ALENTEJO LITORAL

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Ruta en Coche por la Costa del Alentejo


Fantástico reportaje publicado por el Blog "El Rincón de Sele" el pasado día 17 de noviembre de 2014 y que pongo aquí por su interés turístico.

Ruta en Coche por la Costa del Alentejo

A pesar de que el Algarve sea la región que se lleva todos los focos del turismo en el litoral portugués, lacosta del Alentejo representa una de las mejores sorpresas que esconde el país vecino en cuanto a playas salvajes y el encanto de pequeños pueblos de tradición pesquera se refiere. A través de 200 kilómetros que mantienen a nuestro lado las olas y acantilados del Océano Atlántico nos encontramos la autenticidad de las villas marineras tal cual eran, primitivos puertos de palafitos sostenidos de puro milagro, playas de ensueño sin primeras líneas de edificios torpedeándolas, así como rincones de naturaleza casi virgen en los cuales incluso se llega a ver saltar los delfines. De la costa alentejana, concretamente de Sines, era Vasco de Gama, el navegante que enlazó por mar Europa con la India. No nos hará falta en este viaje atravesar como él lo hiciera el Cabo de las Tormentas, sino más bien tomar un automóvil para hacer un recorrido muy especial por este precioso y desconocido litoral en el sur de Europa.
Una calle cualquiera de Odemira, a mitad de camino entre Lisboa y El Algarve (Alentejo, Portugal)
Os propongo me acompañéis por los lugares más significativos de una ruta en coche por la costa del Alentejo, entre la Península de Troia y Vila Nova de Milfontes, para conocer qué se puede ver y hacer en una región que parece haber sido tocada con una varita mágica. 

TRÓIA – VILA NOVA DE MILFONTES, UN RECORRIDO COSTERO POR LA PORTUGAL DE SIEMPRE

Tras haber conocido años antes gran parte del interior del Alentejo, esta vez el punto de partida era Lisboa con un vehículo alquilado en el mismo aeropuerto. Reconozco que era una zona de la que tenía muy escasas referencias, por lo que como me sucediera en mi primera vez allá por 2007, me fui dejando sorprender por la bravura de una costa aún auténtica, donde el salitre y las rocas desfigurándose por el oleaje contrastaban con la rigidez y calor de las casas blancas y azules que predominan en esta parte de la costa alentejana. El verano había terminado hacía semanas, por lo que no había señal de un solo turista clavando su sombrilla en el esplendor de playas interminables sin otro fondo que las dunas, y la carretera se hallaba solitaria y dispuesta a arrastrarnos por ella.
Anciano en la localidad de Comporta (Costa del Alentejo, Portugal)
El Alentejo tiene algo de película del oeste en versión lusa con sus silencios interrumpidos por el viento y sus horizontes infinitos. Se puede percibir el crujido de la silla de aquel anciano que sale a tomar el fresco para escudriñar cada matrícula mientras su boca mellada juguetea con un mondadientes. Una pared rajada por la mitad con una red de pescar que aún huele a algas o un bote de madera anclado en soledad por el lodo de la marea baja son el escenario de un estío ya finiquitado, del estado natural de pueblos y gentes que provocan que sus relojes avancen más despacio de lo normal para no traicionarse a sí mismos.
Ventana y redes de pesca en un pueblo de la costa alentejana (Portugal)

Mapa de la ruta por la Costa del Alentejo

A continuación podéis ver la hoja de ruta en Google Maps con inicio en Tróia y final en Vila Nova de Milfontes.

Tróia: Inicio de ruta y avistamiento de delfines en el estuario del Sado

La ruta por la costa alentejana la iniciamos en el punto más septentrional posible, Tróia. Esta península unida al estuario del río Sado y a un salto en ferry de la gran ciudad de Setúbal, es un contraste de silencios, naturaleza y olas a medio hacer en esas aguas que no se saben si son fluviales u oceánicas en las que se puede avistar sin dificultad alguna una colonia de casi treinta delfines nariz de botella. En el moderno pero pequeño muelle de Tróia nos estrenamos tomando una lancha para salir a ver a estos delfines. Y tengo que decir que el éxito de la operación no se hizo esperar demasiado. De forma rápida aparecieron a babor y estribor varios delfines (bebé recién nacido incluido) que jugaron a dejarse fotografiar como si fueran conscientes de que habitar el estuario de un río no es lo más típico en el continente europeo. Son varias las empresas que realizan esta actividad, pero en temporada baja salen con menos frecuencias (Vertigem Azul lo hace tres veces a la semana cuando en verano sale tres veces cada día), por lo que estar atento a fechas y horarios es esencial para no perderse este espectáculo cuando no se viaja por esta zona durante julio, agosto y septiembre.
Delfines en el estuario del río Sado (Tróia, Alentejo, Portugal)
Y hacer la lancha para ver los delfines es sólo una parte del itinerario, ya que remontamos el río hasta arribar a una zona de aguas calmadas utilizadas por los romanos hace casi dos mil años como salineras. Abordo pudimos observar ruinas romanas al borde del río, apreciados restos arqueológicos de la Tróia de Lusitania, por los que caminaban diversas aves zancudas con sus finas patas. En ambos cauces del río Sado esta reserva natural que se agranda o empequeñece en función de las mareas, revolotean garzas, garcetas, cormoranes y buen número de flamencos que se aprovechan de la poca o nula profundidad del agua. Por otro lado los pescadores de la aldea se dejan ver con sus pequeños botes para salir a buscar la materia prima para su cena de esa misma noche.
Delfines en el estuario del río Sado (Alentejo, Portugal)
Realmente en la península de Tróia y alrededores hay espacio para el esparcimiento en playas kilométricas, la naturaleza mediante el avistamiento de delfines o de aves y la arqueología por medio de una de las ruinas romanas más importantes que existen en la costa alentejana. Y para más inri la gastronomía en esta zona de Portugal es especialmente rica. Muy cerca de aquí, en la carretera entre Cachopos y Alcacer do Sal (pero junto a Cachopos) el Restaurante A Escola, construido en un antiguo colegio, ofrece a buenos precios comida tradicional de la región con una empanada de conejo que está para chuparse los dedos.
Restaurante A Escola en Alcacer do Sal (Alentejo, Portugal)
Hicimos noche en Tróia para continuar nuestra ruta al día siguiente.
* NOTA: Pincha en el enlace para tener más información sobre el avistamiento de delfines en el Alentejo a través de nuestra experiencia contada al detalle. 

Una parada en la Villa marinera de Comporta

En el último confín del río Sado, a punto de despedirse de él, aparece un pueblo blanco y azul muy tranquilo salvo julio y agosto cuyo nombre es Comporta. Poseedor de la arquitectura propia de la costa del Alentejo sirve de punto de acceso durante los veranos de una de las mejores playas de todo Portugal, a praia de Comporta, refugio de famosos de todo el mundo (y anónimos caravaneros) que vienen precisamente aquí a esconderse de los focos y el tumulto. No es la Costa Azul francesa, que soñaría con tener una playa así. Es, en realidad mucho mejor, arena fina, una extensión fuera de toda duda en una hilera de varios kilómetros que aún no ha sido invadida por las construcciones antiestéticas. Realmente detrás de esta larga playa sólo hay arrozales, campos de cultivo y alguna que otra bodega (anega en portugués).
Comporta (Costa del Alentejo, Portugal)
Comporta, sobre todo en temporada baja, es un municipio en el que sólo los alentejanos de pura cepa abrazan la tranquilidad absoluta de los meses en que lo mejor que sucede allí es que precisamente no sucede nada. Un museo del arroz como humilde atractivo turístico y nada más. El resto está en saber respirar el aroma de lo auténtico que, si bien es intangible, reconforta mucho.
Anciano de Comporta montando en bicicleta (Costa del Alentejo, Portugal)

El puerto palafítico de Carrasqueira

Salimos de Comporta para tomar durante un par de minutos la N-253 sentido Alcacér do Sal y echarle un último vistazo al estuario del río Sado en una mañana en la que la marea baja había convertido todo en barro. Nos desviamos a mano izquierda hacia el porto palafitico da Carrasqueira, que es otra de esas curiosidades de la zona y que no mucha gente conoce. Dado que las mareas no hacen retroceder al agua un par de metros precisamente sino que parece tragárselo la tierra, el muelle constituido por  largos brazos de madera y escalinatas permiten a los marineros acceder sin demasiada dificultad a sus barcos encallados en el barro. Esta utilidad que lleva décadas funcionando nos invita a caminar largas distancias en palafitos y corredores de madera para observar un lugar absolutamente fotogénico, sobre todo, cuando la “marea baixa” hace acto de presencia y nos permite entender el porqué de semejante puerto.
Puerto palafítico de Carrasqueira (Alentejo, Portugal)
Aquel es un paisaje esquelético de estacas que serpentean dejando a un lado y otro barcos de pesca anclados en mitad del lodazal. Ocasionalmente se ve algún pescador salir a recoger bártulos de su barco y dejarlo preparado para cuando la marea vuelva a su ser y por fin pueda navegar a lo largo y ancho del estuario. Tiene algo de territorio fantasma, como si fuese un reino solitario donde el crujir de la madera rota y perseguir tus propios pasos por un muelle sujetado por estacas representa el único mundo que tienes a tu alcance.
Puerto palafítico de Carrasqueira (Alentejo, Portugal)

Reserva Natural das Lagoas de Santo André e da Sancha

Retornamos a Comporta y nos dirigimos a la carretera N-261 dirección Santiago do Cacém. Tras hacer aproximadamente 35 kilómetros, y aunque nuestro objetivo era ir a Sines, vimos una señal que mencionaba a la Reserva Natural das Lagoas de Santo André e da Sancha (Reserva Natural de los lagos de San Andrés y Sancha) y torcimos a mano derecha durante un par de kilómetros repletos de rotondas que se dirigían a la costa. No estaba en los planes, ni mucho menos, pero el instinto nos jugó una buena pasada (no siempre van a ser malas) permitiéndonos parar en un escenario natural maravilloso. Se trataba de dos lagos, el mayor San Andrés y el menos el de Sancha, separados por el océano por una larga duna durante cientos de metros. Esa es la única barrera entre las olas y un humedal al que vienen a parar numerosas aves, muchas de ellas protegidas. La más presente era la focha común, distinguible por su pico blanco y mancha del mismo color en la cara, que constrasta con el negro de todo el cuerpo. Aunque también se dejaron ver varios tipos de garzas, incluyendo la imperial, y patos de curiosos colores que nadaban en las aguas quietas que reflejaban la ondulación de su paso a nado.
Lagoa de Santo André (Costa de Alentejo, Portugal)
Una caravana hippie aparcada cerca era la única señal de civilización. Al otro lado del lago una enorme playa al otro lado de la arena cortaba el paso en una mañana de llovizna muy lejos de la luminosidad que incide durante meses en este rincón de la costa. Y sin ser el mejor día del año, ni el de mejor color, para mí era el lugar perfecto en el que quedarse todo el día si hacía falta. Pero nuestro camino continuaba puesto que nos esperaban nuevos momentos en la ruta por la costa alentejana. Vila Nova de Milfontes aún quedaba lejos y nos quedaba bastante por ver todavía.
Garza en la Costa del Alentejo (Portugal)

Presentando nuestros respetos a Vasco de Gama en su casa de Sines

Al otro lado de la zona protegida, siguiendo por una ramal de la nacional 261, avanzamos durante 23 kilómetros hasta llegar a Sines, que ya no es un pueblo como Tróia o Comporta sino una ciudad que supera los 10.000 habitantes. A muchos no les será familiar pero Sines se trata el lugar de nacimiento del gran Vasco de Gama, que llegó a las Indias orientales atravesando el durísimo Cabo de las Tormentas (o de Buena Esperanza), siendo uno de los emblemas de esa Portugal gloriosa que dio tantos navegantes al mundo. Pero además Sines es una de las ciudades más monumentales, hermosas y recomendables de toda la costa alentejana. No tardamos en comprobarlo aparcando el coche cerca del casco viejo y poniéndonos a caminar, que es como mejor se ven los sitios.
Estatua de Vasco de Gama en Sines (Costa Alentejo, Portugal)
Lo más interesante de Sines está alrededor del castillo, con una estatua del propio Vasco de Gama mirando hacia el mar. Es un conjunto amurallado de gran tamaño que conviene ir rodeando para acceder al mismo. Sólo queda un edificio, que es el que se conoce como la casa de Vasco de Gama, ya que muy probablemente el navegante nació en las entrañas de dicho castillo. Actualmente es una casa-museo que se puede visitar de manera gratuita y que muestra objeto de la vida cotidiana en los tiempos de la familia Gama, anécdotas en objetos e imágenes de la época de los descubrimientos y buena parte de la historia de Sines a lo largo de los siglos.
Sines (Costa alentejana, Portugal)
El callejeo en la ciudad es esencial para degustar la mejor arquitectura portuguesa que fue la que el país exportó a sus propias colonias en América y Asia. Las casas y los colores escogidos, sobre todo el blanco y el azul, se repiten en no pocos lugares de Brasil que, por fortuna, conserva numerosos emplazamientos coloniales con auténtico sabor portugués con las que se acortan las distancias impuestas por el Océano Atlántico. Sines es parte de todo un estilo que sobrevive a ambos lados del empedrado, en la fachada e interior de la Iglesia Matriz y en el paseo que hay hasta el faro.

Arte y Sal en la Playa de Morgavel

De Sines nos olvidamos de las carreteras interiores para ir bordeando el litoral y codearnos con playas y acantilados de lo que se viene a conocer como Costa Vicentina que llega prácticamente hasta El Algarve. En una mañana de oleaje los surferos, que bien conocen que esta es una de las mejores zonas de Portugal para practicar surf, les importaba un bledo si llovía o no. Son los últimos supervivientes de un verano que mientras otros recuerdan en fotografías ellos alargan durante todo el año. Las condiciones del mar aquel día eran idóneas para deportes acuáticos como el suyo pero imposible para un bañista normal y corriente que busca tranquilidad y remojarse con las olas.
La carretera hacia de Sines hacia São Torpes, al norte de la turística y pintoresca Porto Covo, es una joya panorámica en la que nos entraban ganas continuas de detenernos a tomar fotografías. En realidad hasta el final de la costa alentejana es así todo el tiempo. Otra opción si no hace buen tiempo (y haciéndolo también) es ver llover al otro lado del cristal de uno de los muchos restaurantes pequeños y especializados en pescado fresco que hay al otro lado de la carretera. Nosotros nos decantamos por el Restaurante Arte e Sal, a la altura de la Playa de Morgavel, que en la entrada te mostraba el mejor género del día. Había mucho para escoger, pero escogimos un buen menú que llevaba gambas al ajillo (allí camarones), almejas y un mixto de sarto y lubina (especialmente delicioso este último). Con vino y postre vino a ser unos 25€ por persona, que para la cantidad y la calidad de los platos, me parece un precio bastante adecuado.
Paisaje costero de Alentejo
Pescado fresco en

El camino que lleva a Porto Covo: Las catedrales del mar

El tramo hacia Porto Covo, encantadora y tranquila aldea marítima, lo hicimos llevando el mar a nuestro costado. En esta parte no hay playas sino acantilados y rocas rompiéndose en grietas de sal. Vendrían a ser las catedrales del mar, auténticos monumentos modelados por el agua, el viento y, quien sabe si el caprichoso tridente de un Neptuno dedicado por afición no sólo a la guerra sino además a crear nuevas artes. Aquellas figuras que resisten a ser despedazadas por completo son las encargadas de dibujar la que silueta predominante en gran parte de la Costa Vicentina hasta que logra encontrarse y mezclarse con el célebre Algarve, ya en el sur del país.
Paisaje rocoso de la costa alentejana próxima a Vila Nova de Milfontes (Portugal)
Tras un pequeño rodeo, justo a las afueras de nuestro destino final, Vila Nova de Milfontes, nos volvemos a reencontrar con estos barrancos y acantilados, que son santo y seña de la costa alentejana más primaria e intocable. Y más en un día de viento y olas del Atlántico como el que teníamos, que nos hacían cuadrarnos a la mínima ocasión.
Sele en los acantilados de la Costa Vicentina (Costa alentejana, Portugal)

Vila Nova de Milfontes

Nos situamos ya en pleno concelho de Odemira, la última porción costera que íbamos a abarcar en esta ruta marítima antes de empezar a dirigirnos hacia el interior. Vila Nova de Milfontes tiene un centro histórico pequeño, de pocos vehículos (por la cuenta que les trae debido a las calles estrechas del municipio) y su castillo mirando al mar sin darse cuenta de que las enredaderas se han hecho con él por completo. Precisamente junto a sus puertas sobrevive una placa conmemorativa de los aviadores que volaron por primera vez en la historia desde Portugal hasta la entonces colonia asiática de Macao. No pudimos entrar a la fortificación, ya que es propiedad privada.
Castillo de Vila Nova de Milfontes (Costa del Alentejo, Portugal)
Pero siempre quedan las calles blancas que combinan el azul y el amarillo alrededor de las puertas y ventanas. Vila Nova de Milfontes es uno de los pueblos más pintorescos y coquetos de la costa del Alentejo y merece la pena salir a perderse para observar su peculiar arquitectura de villa marinera así que muy poco ha cambiado en los últimos siglos. Especialmente curiosas son las gruesas chimeneas que sobreviven en muchas de las viviendas y que cuentan con formas diferentes. En una tarde del todo otoñal caminar por los callejones del pueblo fue todo un placer, aunque también pasar a alguna de sus tabernas a tomar algo cuando la lluvia hacía acto de presencia. Venía y se iba sin avisar, pero con gran vehemencia, por lo que nos convenía tener siempre algún bar a mano.
Vila Nova de Milfontes (Costa de Alentejo, Portugal)
Nos quedamos a cenar en Vila Nova, y no lo dejamos para muy tarde porque el hotel lo teníamos a las afueras (una casa en un cortijo a la salida del puente camino a Odemira llamada “Monte do Zambujeiro”) y estábamos cansados. Tasca do Celso (Rua dos Aviadores, 7645-225) es uno de esos restaurantes que recomendaría a un amigo con los ojos cerrados, sobre todo a los muy carnívoros que tienen a su disposición un bife especial (carne de buey a la plancha) que no te deja con hambre por mucho saque que tengas. A mí me costó terminar con todo, cuando soy un amante de la buena carne, aunque también hubo hueco para arroz meloso y almejas.
Tasca do Celso (Vila Nova de Milfontes, Costa Alentejo, Portugal)
El único pero que le puedo poner a la excelente comida de la región es el uso excesivo del cilantro, un condimento al que todavía no he logrado acostumbrarme del todo, y eso que en muchos países de Asia y América no falla en muchos platos. Lo intento pero no puedo hacer más que tratar de pedir que me pongan lo mínimo posible o tratar de quitarlo yo con paciencia. A mucha gente le sucede lo mismo, ya que no es un ingrediente muy predominante en la cocina española. Y reconozco tengo un paladar complicado y no tan educado como debería, aunque hago lo posible por hacerme a sabores nuevos.
Carne roja de la Tasca do Celso (Vila Nova de Milfontes, Alentejo)

El camino de nuestro viaje al Alentejo abandona la costa para dirigirse al interior…

Podíamos haber continuado por la costa más allá de Vila Nova de Milfontes pero al día siguiente tomaríamos la carretera de Odemira hacia el interior de la región pasando por Oulrique o Castro Verde (esta última con una bella arquitectura) para terminar velando armas en Beja, uno de los pueblos más medievales y recomendables del Alentejo con una torre del homenaje absolutamente imponente. Se terminaba así la fase costera de un Alentejo, por la que no puedo hacer más que decir que merece mucho la pena perderse por ella y que cuando llegue el calor, se de buen uso de sus muchas playas envidiables y salvajes que se pueden combinar con visitas culturales, históricas y una gastronomía de aúpa.
Próximamente más Alentejo en… El rincón de Sele.

2 comentarios:

  1. Ricky Hanson says: I love Portugal, the people, the views, the foot. I can't wait to visit again. You are lucky to live in such a beautiful part of the planet.

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